Pocas ganadoras recientes de un festival de prestigio han levantado tanta polémica como esta ópera primade Adina Pintilie que se llevó el año pasado el Oso de Oro en Berlín. La cineasta rumana se acerca a las dificultades para perder el miedo a la intimidad física a partir del itinerario que emprende Laura, una mujer en la cincuentena en proceso de reconciliación con el propio cuerpo. Por el camino coincide, entre otros, con Hannah, una mujer transexual, Christian, afectado de distrofia muscular, o el terapeuta que la sacude, Seani. Pintilie se mueve entre el ensayo fílmico, la psicoterapia como experiencia transformadora y la exploración de sexualidades alternativas en una película que se sitúa en las antípodas de la mirada masculina clásica y no teme transgredir ciertos límites, pero a la vez evita el morbo voyeurístico. La ambientación en espacios de un blanco clínico y aséptico no impide que Touch Me Not desemboque en una poderosa catarsis emocional.
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