Dos familias muy distintas con un punto en común: en ambas, un menor transgénero. A los 6 años Violeta desconcertó a sus padres al decirles que quería llamarse y vestirse como una niña. Tras el shock inicial, ellos decidieron apoyarla y, por ahora, el tránsito de Violeta está siendo relativamente plácido. Alan no tuvo esa suerte: víctima de acoso en el instituto, el cariño de su familia no fue suficiente para evitar un final que conmocionó su ciudad natal. Centrada sobre todo en estas dos historias, la película, profundamente emotiva, muestra que nuestra sociedad está avanzando en la aceptación de los menores trans pero que aún queda mucho camino por recorrer.
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